“26 de septiembre (bis): Y luego están la Capilla Nicolina pintada por Fra Angelico, la enorme y un poco ridícula Sala Sobievksi, la Pinacoteca y las habitaciones de Rafael, que requieren volver días después al lugar de los hechos; la mayor parte de los visitantes se apiña aquí, pero muy pocos se detienen por algo más de un minuto frente a las piezas realmente buenas, ‘La Escuela de Atenas’, el ‘Encuentro de León Magno con Atila’, la ‘Batalla de Ostia’, todas de Rafael, y la ‘Batalla de Constantino contra Majencio’ de Giulio Romano: son imágenes que todos hemos visto decenas de veces, pero, a diferencia de las de la Capilla Sixtina, que las sigue en el recorrido, todavía desprenden cierto encanto que las de la Capilla no parecen tener. De hecho, visitar la Capilla es anticlimático: todas esas imágenes tan bien conocidas y admiradas están demasiado lejos de nosotros y conforman una narrativa que no es fácil de comprender; como siempre en estos casos, el problema es que el régimen escópico ha cambiado y ya no es posible ‘leer’ correctamente. Una restauración no tan reciente, que devolvió los colores originales a su obra, muestra que Miguel Ángel tenía algo de dibujante de cómics, una cierta inclinación por los volúmenes y los escorzos y una paleta cromática más bien limitada, a lo Marvel: pintar todo esto, y contribuir así a la conformación de lo que llamamos el Renacimiento (y, por lo tanto, a la del mundo moderno) es una proeza, desde luego. Y sin embargo el conjunto sólo parece funcionar si se lo desmonta y se lo exhibe de manera fragmentaria, por ejemplo en un libro: como si la Era de la Reproductibilidad Técnica de la que habló Walter Benjamin y que André Malraux conjuró en su ‘museo imaginario’ fuese el período que mejor le sienta y Miguel Ángel hubiera estado esperándolo todos estos siglos.” [Sigue leyendo]

La Agenda de Buenos Aires, septiembre de 2021.