«Roussel había sido un autor atípico, y hay una cierta coherencia en que su muerte también lo fuera. El escritor surrealista Michel Leiris, que lo conoció tanto como el impenetrable Roussel podía ser conocido, contó en varios libros algunas de sus excentricidades: convencido de que la comida afectaba a la ‘serenidad’ que necesitaba para escribir, solía ayunar por días y, a continuación, someterse a comilonas de cinco horas de duración que consistían en la ingesta consecutiva del desayuno, el almuerzo, la merienda y la cena; tenía terror a los túneles y los evitaba; usaba sus cuellos sólo una vez, sus corbatas, tres, y los trajes, abrigos y suspensores, quince; su temor a verse envuelto en una conversación incómoda, o provocarla, lo hacía someter a sus conocidos a preguntas inocuas y puntuales que preparaba con antelación; le gustaba imitar a las personas y solía trabajar hasta siete años en sus imitaciones, copiando gestos y repitiendo frases en voz alta para reproducir la entonación exacta; pensaba que el miedo era contagioso y prohibía a las personas contarle los suyos. La mayor de sus rarezas tenía lugar en el ámbito de los libros, sin embargo.» [Sigue leyendo]

La Tempestad (México), diciembre de 2022.