“Que las listas de ‘los mejores libros del año’ son, en realidad, o aspiran a ser, las listas de ‘los libros con más posibilidades comerciales del año’ se pone de manifiesto en el hecho de que prácticamente no se dice nada de ellos en esas listas. También, en que, por lo general, sólo incluyen libros publicados en el último tercio del año –que todavía se encuentran en librerías al momento de la publicación de las listas– y en que los responsables de las revistas y los suplementos que las publican no suelen enviar a sus colaboradores ni listas de ‘los libros de la semana’ ni el histórico de publicaciones, ni siquiera unos lineamientos mínimos sobre lo que se debería considerar, dadas las circunstancias, ‘lo mejor del año’. (De hecho, ni siquiera los invitan a hacer públicos sus votos.) Una sola cosa evita que el fingimiento de autoridad se proyecte exitosamente en las ventas reales a final de año, y es que los compradores de libros –algo parecido a los lectores y a las lectoras, pero no necesariamente lo mismo– ya no leen los suplementos ni las revistas y prestan la misma atención a sus selecciones de ‘los mejores libros del año’ que a las de ‘las veinte mejores afeitadoras eléctricas del mercado’ o ‘el nuevo desafío viral que arrasa en TikTok’. Una atención deficitaria, nunca del todo entusiasta, más centrada en la posibilidad de polemizar sobre la inclusión de ciertos títulos y nombres que en interrogar el modo en que esas listas han sido confeccionadas o cuestionar la supuesta autoridad de la que emanan. No hay nada que celebrar en la pérdida de relevancia y de audiencias del periodismo –que supone, siempre, una devaluación en la calidad y en la estabilidad de las democracias–, pero tal vez hubiese que preguntarse qué razones contribuyen a que esas pérdidas parezcan serles indiferentes a buena parte de quienes podrían contribuir a evitarlas.” [Sigue leyendo]

Contexto (España), diciembre de 2023.