«Kaysen atravesaba una depresión, pero Inocencia interrumpida —que, sorprendentemente, seguía inédito en español hasta ahora pese al éxito de su adaptación cinematográfica de 1999 con Winona Ryder y Angelina Jolie en los papeles principales— no acusa el tipo de estupefacción dolorosa que caracteriza ese trastorno; por el contrario, en su libro la autora se revela como una observadora sagaz y con una memoria excelente —lo escribió 25 años después de transcurridos los hechos— que es capaz de describir con precisión a las otras internas, al personal médico y a las enfermeras del Hospital McLean, casi un hotel, admite, comparado con los otros psiquiátricos de la época: las internas eran drogadas contra su voluntad, sometidas a electrochoques y recluidas por la fuerza, pero también hablaban de sexo, traficaban con ansiolíticos y laxantes, se retaban a ver quién contaba la historia de vida más dura, se solidarizaban con las estudiantes de enfermería —’Llevaban la vida que podríamos haber llevado nosotras si no estuviéramos ocupadas como pacientes mentales. Compartían piso y tenían novios y hablaban de ropa. Queríamos protegerlas para que pudieran seguir viviendo esas vidas. Eran nuestras apoderadas’— y cometían todas las pequeñas transgresiones que les devolviesen cierta soberanía sobre sí mismas. En Inocencia interrumpida hay espacio para la ternura y para la candidez, pero, en relación con las causas del malestar que padecen sus personajes, el libro no es nada inocente; de hecho, el original, Girl, Interrupted, no hace referencia a ella: a miles de kilómetros de distancia del lugar donde Didion escribía su ensayo, Kaysen comprobaba que la pequeña localidad de Belmont tenía sólo dos instituciones importantes, que eran ‘variaciones la una de la otra’, el hospital psiquiátrico y la sede de la John Birch Society, una organización de extrema derecha. John F. Kennedy había sido asesinado en 1963, y Malcolm X en 1965; durante el tiempo que la autora permaneció en el hospital murieron Martin Luther King y Robert Kennedy. ‘Para muchas de nosotras, el hospital era tanto un refugio como una prisión’, resume, ‘aunque nos había apartado del mundo y de todo el alboroto del que disfrutábamos allá afuera, también estábamos aisladas de las exigencias y expectativas que nos habían enloquecido’.» [Sigue leyendo]

Babelia, El País (España), diciembre de 2022.