“Vamos a las fiestas porque en realidad no tenemos tiempo que perder y sentimos la necesidad impostergable de engañarnos al respecto. De hecho, no es raro que en los relatos sobre fiestas alguien muera al final; o, como en el caso de Trimalción, escenifique su muerte: en algún sentido, todas las fiestas son la que narra Edgar Allan Poe en La máscara de la muerte roja, cuyos personajes permanecen recluidos creyéndose a salvo de la plaga. ‘La vida imita al arte’, afirmó Oscar Wilde, pero, como muestran los libros de Alan Riding y Robert Hewison acerca de la vida artística y las fiestas literarias en París y Londres durante la Segunda Guerra Mundial, es cuando las razones para celebrar más escasean cuando hacerlo nos parece más necesario.” [Sigue leyendo]

El País. Madrid, diciembre de 2021.