“Lo que aquí se revisa y se retoca y se reúne y se ordena cronológicamente entre 1990 y 2020 son greatest hits ya celebrados y remezclados para la ocasión más una decena de tracks hasta ahora dispersos pero destinados al éxito bajo cubierta que funde a Magritte con el arte de portada del Wish you were here de Pink Floyd, otra filia sónica de Pron. Treinta y cinco cuentos sueltos (más nota introductoria que casi se lee como un cuento más) ahora amalgamados en programa orgánico-conceptual que tienen el mérito añadido no solo de contar. Sí: las tramas son brillantes como lo es el gran ritmo de Pron para moverse entre la gracia y el dramatismo, entre la astucia narrativa y el inciso académico de doctorado filólogo romántico y filósofo pirata, entre la dulce epifanía a solas y (quienes conocen a Pron saben de su maestría a la hora de la llamada telefónica maléfica) al diálogo-monologuista acidez desopilante. Pero en tiempos en los que buena parte del relato que habla español parece haber regresado a lo más cómodo y obvio en su factura pulsando sin cesar la cuerda de lo selfi-realista (de)generacional y de lo supuestamente ‘perturbador’ como si esto se tratase de algo novedoso (mientras se olvida de invitar al festejo a eximios party-animals del Yo-Tú-Él como Alberto Fuguet o Ray Loriga o Martín Rejtman y se desahucia a los legítimos propietarios de aquella Casa Tomada o aquella Casa de Campo), acaso lo más interesante y lo más agradecible y lo más útil y lo más celebrable aquí son las acrobacias y piruetas formales con las que Pron enfrenta y perfila cada una de sus historias. De este modo, en lo de Pron –sentando cátedra pero a la vez dando lección y aleccionando de pie– la forma acaba siendo también el fondo. O viceversa. Pron, sí, perturba y encuadra; pero a lo que inquieta y reenfoca es al género electrificándolo y haciéndolo mutar e inquietar para bien (para mejor) a un lector que no podrá dejar de sorprenderse primero y agradecer enseguida, surco a surco, la cantidad de recursos que tiene Pron para ser Pron y, por lo tanto, postular su idea (sus muy buenas ideas) en cuanto a lo que deber ser un cuento proniano o pronístico o, mejor, prontentoso. Así, sus cuentos –como las canciones de Dylan– no se conforman con ser simples cuentos a contar y a cantar el cuento. Y Trayéndolo… acaba funcionando (y funciona muy bien, valor añadido a lo ya valioso, ‘mi casa es su casa’, parece invitar Pron) como magnánimo catálogo/manual de instrucciones/taller literario para la clasificación y ensamblado y aprendizaje de los muchos modos en los que se puede llegar a narrar.” [Sigue leyendo]

Letras Libres. Ciudad de México y Madrid: junio de 2021.