“Topor y Hara-Kiri estaban condenados a encontrarse, en algún sentido: los personajes monstruosos y torturados que publicó en la revista a lo largo de la década de 1960 eran una declaración de intenciones en torno al humor abanderado por la publicación, que parecía provenir de los páramos sombríos y desolados que constituyen el fondo más habitual de sus ilustraciones. Topor era el más sutil de los (muy poco sutiles) dibujantes de la revista, y sus creaciones tendían al acertijo. Al igual que Sade y que Guillaume Apollinaire, y como los surrealistas (igual que el Ops de Andrés Rábago, El Roto), se limitaba a levantar acta de una existencia cruel y absurda que, a diferencia de los anteriores, sin embargo, no se tomaba demasiado en serio.” [Sigue leyendo]

Babelia/El País, mayo de 2019.