“Veinte años después de este último esfuerzo de importancia por establecer el canon del cuento argentino, es más que probable que este último tendría una apariencia ligeramente distinta si se lo llevara a cabo en el presente: por una parte, debido a las intervenciones que en los últimos años han abogado decididamente por la supresión de la «trinidad» del relato breve argentino (Borges, Cortázar, Arlt) y su reemplazo por otras (Walsh, Lamborghini, Fogwill, por ejemplo), así como la recuperación de las voces de Silvina Ocampo, Sara Gallardo e, incluso, Marta Lynch; por otra parte, debido a que la popularidad adquirida en los últimos años por las literaturas de género (el policial, por ejemplo, con Sergio Olguín y Claudia Piñeiro entre sus principales figuras, y el terror, con Mariana Enríquez y Samanta Schweblin como sus cultoras más connotadas), al igual que la reputación adquirida por la no ficción (Leila Guerriero, Cristián Alarcón, Martín Caparrós, Josefina Licitra, etcétera) han supuesto desplazamientos y reescrituras del canon concebidas para legitimar esa nueva popularidad mediante el establecimiento de antecedentes y padres (y madres) fundadores.” [Sigue leyendo]
Cuadernos Hispanoamericanos (España), mayo de 2019.