En Mañana tendremos otros nombres, la anécdota central está sostenida en la ruptura de la relación sentimental de los protagonistas (Él y Ella); sin embargo, me parece que es solo la base sobre la que se despliegan los temas principales del libro. Uno de ellos, me animo a pensarlo como principal, es el amor y la manera de relacionarnos con él en estos tiempos de reinado de lo transitorio –lo que me hizo pensar, mientras leía la novela, en el libro Amor líquido de Bauman–. ¿Cómo surge tu interés en el tema?

Quería escribir una novela de amor desde hacía algún tiempo porque estaba y estoy convencido de que todo escritor debería intentar escribir una novela de ese tipo en algún momento de su vida. De manera que en los años previos a la escritura del libro había estado leyendo bastantes novelas de amor y/o con el amor como tema: para mi gran sorpresa, casi todas ellas planteaban un tipo de relación amorosa que no se correspondía ni con mi experiencia ni con la de las personas que me rodean. En sustancia, todas ellas tenían de fondo la idea de que sólo es posible un “final feliz”, uno en el que dos personas, por lo general blancas, superan los obstáculos que se derivan de las diferencias de clase y de origen para tener una relación heterosexual, monógama y sostenida en el tiempo cuyo propósito implícito es la reproducción.

Naturalmente, no todas las historias de amor son así, de manera que pensé que tal vez hacía falta una novela que “corrigiera” al menos parcialmente la visión distorsionada del asunto que proyectaban los libros que había leído, que incorporase las aplicaciones y los mecanismos de búsqueda de pareja que yo veía a mi alrededor a cada paso y que no dejase de lado la cuestión de cómo los condicionantes económicos y sociales operan sobre cualquier historia de amor, modificándola. [Sigue leyendo]

La Mula (Perú), agosto de 2020.