«Gass (Fargo, 1924-Nueva York, 2017) fue uno de los escritores más arriesgados de la segunda mitad del siglo XX, pero las dudas que inspirase ‘El chico de Pedersen’ lastraron la recepción de su trabajo durante años: al igual que el de William Gaddis, John Barth o Robert Coover, y como el de Donald Barthelme, el de Gass fue considerado demasiado ‘experimental’, esto último en consonancia con el famoso dictum de William S. Burroughs de acuerdo con el cual en literatura ‘llaman experimento a lo que ha salido mal’. No es que la obra de Gass sea ‘mala’; de hecho, es extraordinariamente buena. La suerte de Omensetter, por ejemplo, tiene pasajes deslumbrantes que lo sitúan al nivel de los escritores de los que, como reconoció en una ocasión, su autor lo aprendió todo, como Henry James, Franz Kafka, Samuel Beckett y James Joyce, episodios especialmente conmovedores, personajes atractivos, símiles extraños y bellos; sin embargo, su escaso interés por ofrecer al lector un relato lineal y fácil (‘mis historias son malévolamente antinarrativas’, admitió en otra oportunidad) pueden llevar a éste a considerar que la novela es incomprensible y lenta.» [Sigue leyendo]

Babelia/El País, octubre de 2019.