“‘La zona de lo trágico en los grandes acontecimientos, más angosta frecuentemente de lo que suele creerse, increíblemente reducida. Lo vio muy bien, como siempre, Hugo en el levantamiento de Los miserables: a un tiro de fusil de las barricadas, donde vuelan las balas, unos juerguistas cenan jovialmente, al salir del teatro, en el bulevar. En los tres Relatos de Sebastopol de Tolstoi, nos quedamos un tanto sorprendidos al enterarnos de que en mayo de 1855, en el período crucial del asedio, las bandas de música militares derramaban todas las noches compases de vals entorno al kiosco municipal. Cuando llegué, el 24 de mayo de 1940, al Aa de Gravelinas, por detrás del que pasaban a intervalos, a unos veinte metros, los carros de combate de Guderian, lo primero que vi fue lo siguiente: dos servidores de ametralladora a la orilla del río, agazapados tras la protección del dique pequeño, con su artefacto, que acababan de disparar y tenía la cinta aún montada; luego, a diez metros, abierta de par en par y con una hermosa vista del Aa, una tabernita donde una anciana servía dos pernods a dos soldados, de codos en la barra’, recordó Julien Gracq en sus Capitulares, sin fecha.” [Sigue leyendo]

La Agenda de Buenos Aires, marzo de 2021.