“Una diferencia no menor entre Michaels y los otros dos escritores (‘conectados por una fe valiente y perdurable en el género del cuento’) es que el primero existió realmente, mientras que los otros dos son personajes de un libro en la estela de los de Marcel Schwob, Alfonso Reyes, Jorge Luis Borges y otros autores de ‘vidas’ estudiados por Lorena Amaro. Muertes imaginarias es una ‘barca de muertos’ en la que navegan Marta Cisternas, que anima una tertulia desde el interior de un pulmón de acero, una hipotética secretaria chilena de Mario Vargas Llosa convertida en su viuda y Lena Escuti, quien narró con tanta precisión las torturas y los asesinatos de la policía secreta de Augusto Pinochet que esta utilizaba sus diálogos en los interrogatorios. ‘Los muertos’, escribe Roberto Castillo Sandoval, ‘siempre encuentran la manera de devolver la atención que les brindamos’, y esto es lo que sucede con María Virginia Estenssoro (La Paz, 1903-São Paulo, 1970), Pablo Palacio y Armonía Somers. De la primera, la editorial boliviana Dum Dum recupera El occiso (1937), tres relatos que su autora definió como ‘una crucifixión’: en el primero, el ‘difunto pálido’ contempla una descomposición de su cadáver que, al terminar, es como ‘un grito de espasmo, una convulsión de placer, la postrera eyaculación’; en el segundo, una mujer sueña con el niño o los niños que abortó, que tal vez fueran del occiso y tal vez no; en el tercero, otra mujer o la misma espera a un hombre que no llega (quizás el muerto) con el que alguna vez soñó que ‘navegaba en un transatlántico de cristal’.” [Sigue leyendo]

El País/Babelia, junio de 2021.