1 de enero, viernes

“Para este año tengo dos deseos: escribir y ganar dinero. Consideremos. Con dinero podríamos […] tener una casa en Londres, ser libres como lo deseamos, y ser independientes y orgullosos con todos. Es sólo la pobreza la que nos mantiene tan unidos. Bien, J. no desea dinero y no lo va a ganar. Yo debo obtenerlo, pero ¿cómo?”, se preguntaba Katherine Mansfield el 1 de enero de 1915.

“Esta mañana me levanté y me puse el traje de faldas largas, que es el único que uso en la actualidad. Fui a la capilla de Mr. Gunning, en Exeter House, [que] pronunció un buen sermón sobre la circuncisión que se celebra el día de hoy. Comí en casa, en la buhardilla. Mi mujer había guisado los restos de un pavo, y al cocinarlo se había quemado la mano”, resumió Samuel Pepys el 1 de enero de 1660.

Y nueve años después, el 1 de enero de 1669, consignó: “El capitán Beckford me ha regalado un soberbio calentador de plata; ignoro si debo aceptarlo”.

Jules Renard, por su parte, escribió, el 1 de enero de 1896, en su diario: “Quiero tener un año excepcional, y empiezo levantándome tarde, almorzando demasiado y durmiéndome en el sillón hasta las tres”.

 

2 de enero, sábado

(Pero nosotros comenzamos el año trabajando, anotando las citas anteriores, que provienen de los Días ajenos de Bob Pop, y sin resaca, limpios como la mañana fría de invierno con la que se abrió el año, y con preguntas. ¿Por qué los diarios siguen sin vacilar la proverbial flecha del tiempo? Si su escritura es consecutiva, ¿por qué su edición también lo es? ¿Qué hacer con el mandato de que un año termina y otro comienza y que, por lo tanto, las cosas cambian, o podrían cambiar, en el transcurso de un minuto a otro? Pero, por supuesto, los mandatos sólo existen para ser desobedecidos.) [Sigue leyendo]

La Agenda de Buenos Aires, enero de 2021.