EEDMPSSELLL es el producto de una dificultad manifiesta para dejar atrás parte de mi historia personal y la de mi país que comenzó en torno a 2007; durante cuatro años estuve tratando de comprender qué podía hacer con ciertos hechos y algunas circunstancias: la experiencia política de mis padres, la desaparición y el asesinato de muchos de sus compañeros y amigos, nuestras libertades condicionadas y bajo amenaza durante buena parte de la Dictadura, el ocultamiento, el miedo y el fingimiento, el país resultante de la cancelación del proyecto de soberanía política, independencia económica y justicia social de la generación de mis padres, el desencanto y el cinismo de mi propia generación, los exilios, la huida, las defecciones, las lealtades. La novela —que algunos llaman autoficción, otros, novela de no ficción y, algunos más, y más recientemente, true crime— fue publicada en 2011 pese a que mi impresión por entonces era que los hechos recogidos en ella sólo podían interesarnos a mí y a un puñado de personas cercanas. Ningún escritor es buen juez de su trabajo, ni siquiera el que, como yo, recibió una educación como crítico literario y escribe habitualmente sobre libros; como estaba convencido de que mi editor rechazaría el manuscrito, se lo entregué junto con los relatos de La vida interior de las plantas de interior: había escrito la novela porque los hechos narrados en ella se me habían impuesto, impidiéndome escribir —e incluso pensar— acerca de cualquier otra cosa durante un largo período de tiempo, pero mis intereses tienden a ser poco habituales, y mi editor podía ver todo esto de otro modo; si le entregaba también los cuentos, pensé, al menos uno de los dos libros sería publicado. Pero mi editor apoyó la novela desde el momento en que la leyó, y desde entonces ha sido traducida a diez idiomas y publicada en Francia, Italia, Estados Unidos, Países Bajos, Chile, China, Argentina, Kuwait, Dinamarca, Noruega, Alemania, Brasil, Reino Unido, Colombia, México y otros países; es la novela sobre la que más veces he respondido preguntas, la que en más ocasiones he tenido que leer en público, aquella acerca de la que más veces se ha escrito en la Academia y la que en más oportunidades he tenido en mis manos subrayada y anotada por sus lectores. Las primeras páginas las escribí en la calle de Rodríguez San Pedro, en Madrid, en un apartamento de un dormitorio cuya dirección no cabía en los albaranes, pero duré algo menos de un año en esa casa —nunca un hogar— y el resto del libro lo escribí en la calle Vallehermoso, a continuación: mi nuevo alojamiento tenía un solo ambiente, una pequeña cocina oculta dentro de un armario, unas baldas, un colchón y una mesa; de un lado podía ver el Parque del Oeste, del otro, a los pequeños ladrones y a los sin techo que entraban y salían de un supermercado abierto las veinticuatro horas al ritmo de sus necesidades y de sus feudos incomprensibles. Yo escribía para no tener que volver a pensar en lo que estaba narrando, para desterrar esos acontecimientos —«Olvídalo, desactívalo, suéltalo ya. Sólo está en tu memoria, suprímelo. Tienes el poder para hacerlo. Escríbelo», proponía William S. Burroughs a los lectores de sus Últimas palabras—, pero había dificultades, escollos; y en ocasiones sucede que lo que deseabas olvidar regresa y se te recuerda con mayor intensidad y más frecuencia cuando lo señalas con un gesto; por ejemplo, con un libro.” [Sigue leyendo]

Cuadernos Hispanoamericanos, noviembre de 2022.