“Tras tamaño preludio, la voz omnisciente comienza su despliegue: un vasto rizoma expositivo que tercamente se bifurca en otro, que tercamente se bifurca en otro. Olivia Byrne, la conductora ignorante de su futuro inmediato, es apenas excusa para esa tormenta asociativa o ‘música del pensamiento’, según la definió el propio autor en una reciente entrevista con Gustavo Nielsen. En esa voz que abre el juego hay abundancia pero no apuro; ya Patricio Pron nos lo informó de entrada: su protagonista ‘va a chocar, va a perder el control del automóvil y va a embestir las vallas que separan la autopista del bosque y de los secretos que este oculta’. En el lapso inmedible que precede a esa embestida cabe pues la eternidad de asuntos esenciales: la chica manejando rumbo a su accidente es una gota cuya onda expansiva deviene oceánico discurso acerca de la identidad, de las fugas, del arte como dimensión de ciertas revelaciones.” [Sigue leyendo]

Revista Ñ (Argentina), enero de 2024.