19 de noviembre, jueves

Atentados suicidas, golpes de Estado, catástrofes naturales, redes terroristas, una “epidemia de peste pulmonar”, asesinatos en las cárceles y en las familias, agresiones sexuales, un accidente de caza, una tormenta solar, la ampliación de las coberturas de riesgo de las compañías aéreas para situaciones de guerra y de terrorismo, extenuantes partidas de tenis, “dos candidatos a presidente [que] consideran haber ganado las elecciones”, un equipo que se impone por un gol a cero contra su rival: un Diario puede ser muchas cosas, y el de Édouard Levé (que Eterna Cadencia publica estos días) lo es hasta en la distribución de sus temas: “Internacional”, “Sociedad”, “Policiales”, “Economía”, “Avisos”, “Deportes”, “Cultura”, “Pronóstico del tiempo”, “Televisión”, etcétera.

“Diario” es una expresión ambigua, de cuya ambigüedad se benefician esta Casa de Empeños, cientos de escritores a lo largo de la historia, las empresas de comunicación, los grupos de presión y ahora Édouard Levé: sobre el suyo planea la pregunta de si las “noticias” que incluye son “reales” o no, ya que algunas (en especial las de “Cultura” y “Televisión”) podrían haber encontrado acomodo sin dificultad entre los proyectos artísticos sólo parcialmente realizados de Obras, otro de sus libros. Quizás sí sean reales, sin embargo; parte de una realidad a la que ni el lenguaje formulaico del periodismo ni su fragmentación en secciones, con su pretensión de imposición de un orden, pueden otorgar sentido y se presenta al lector (el de periódicos, pero también el de este libro) como una abrumadora sucesión de acontecimientos todos terribles, no importa cuán banales sean.

“Me duelen muchas cosas que a otros sólo les molestan”, escribió Georg Christoph Lichtenberg; a Levé parece haberle sucedido lo mismo, como ponen de manifiesto este Diario y sus dos finales, el que anticipó en su último libro y el que llevó a cabo. Unos años antes de todo ello, había hecho públicos sus Retratos de homónimos, una serie de fotografías para la que había buscado a personas que se llamasen de la misma forma que algunos de los artistas y pensadores que más lo habían influido: los “homónimos” eran y (a la vez) no eran Georges Bataille, Yves Klein, André Breton y otros, y supongo que con ello Levé pretendía recordarnos que sólo en el arte las cosas pueden ser más de una cosa, pueden ser (a la vez) lo verdadero y lo falso, una afirmación y su negación, un Diario y su contrario, cualquier cosa que esto último sea. [Sigue leyendo]

La Agenda de Buenos Aires, 26 de noviembre de 2020.