“‘Ningún arte que legitime la crueldad vale la pena’, escribió el psicólogo y ensayista Adam Phillips; siguiendo los pasos de autores como Peter Singer —quien afirmaba hace unos días en este periódico que le parecía ‘increíble que los toros hayan sobrevivido hasta hoy, pese al rechazo general a que la diversión del público se base en infligir sufrimiento a los animales’—, el autor francés Franz-Olivier Giesbert concluyó, más recientemente: Un animal es una persona. Qué hacer ante el dolor de los demás y sus pérdidas —así como las nuestras— es la pregunta más importante que podamos hacernos, y la más imperiosa si deseamos otorgar algún sentido al estado de excepción que vivimos al menos desde la aparición del coronavirus. Quizás podamos hacerlo comenzando por aliviar el dolor silencioso y noble de los animales, pensar una nueva relación con ellos, con nuestro tormento y con un mundo natural que los animales pueden representar para algunos, pero al que nosotros —como demostró la pandemia— también pertenecemos.” [Sigue leyendo]
El País, Opinión, 15 abril de 2022.