“La confianza en las autoridades y el sistema político alemán es, por otra parte, de acuerdo con los sondeos, bastante alta. Y la inflación, a diferencia de en 1923, parece controlada. La de ese año tuvo, en cambio, una dimensión prácticamente inconcebible: en el momento del Armisticio, el dólar costaba 48 marcos; casi tres años después, en la primera mitad de 1921, 90; seis meses más tarde, 330, que bajaron a 320 en la primera mitad de 1922. En julio de ese año, sin embargo, la divisa norteamericana ya había alcanzado los 1.000 marcos, y en diciembre costaba 7.400. El 7 de noviembre de 1923, casi un año después, el dólar se cambiaba a 637.000 millones de marcos. Alemania no podía hacer frente al endeudamiento adquirido durante la guerra ni abonar las reparaciones posteriores, de modo que continuó imprimiendo dinero sin respaldo y alimentando así la inflación: a finales de 1922, una rebanada de pan en Berlín costaba 160 marcos; a finales del año siguiente, 200.000 millones de esa divisa. Como las denominaciones habituales se habían vuelto poco prácticas, 1923 vio la circulación de una moneda de 5 millones de marcos, así como de billetes de 50 millones, 500 millones y 50 millones de billones de marcos. El resultado fue un enorme malestar social y una incertidumbre que arrojaban a los alemanes a los brazos de cualquiera que se dijese capaz de poner orden en los asuntos del país. Como escribe Christian Bommarius en Im Rausch des Aufruhrs [En la embriaguez del disturbio], ‘la gente experimentó con una enajenación frenética la velocidad a la que se devaluaba el dinero. Fue una época devastadora para los alemanes’.” [Sigue leyendo]

El País, febrero de 2023.