“Las lecturas y los conciertos por streaming, el registro audiovisual de funciones teatrales a puerta cerrada, la publicación online de libros o su ‘liberación’ por parte de editoriales y autores y el ‘diálogo con los lectores’ a través de plataformas como Zoom no parecen constituir formas de activismo y de resistencia, sino, más bien, de integración a una realidad en la que las prácticas sociales y culturales pasan por el filtro, en absoluto desinteresado, de las empresas electrónicas. Nuestros intentos de preservar el vínculo entre los autores y sus lectores —un tipo de contrato distinto al de Mallarmé, pero no del todo disímil—, los esfuerzos de crear ‘comunidad’, de realizar una contribución, de establecer puentes, de crear diálogos, de ayudar a que lo que sucede adquiera sentido y se convierta, así, en experiencia no devienen experiencias en sí mismas; de hecho, son su negación, de la que la pantalla fraccionada de Zoom es, tal vez, una metáfora: la negación de una colectividad sin la cual no hay experiencia y no hay narración.” [Sigue leyendo]

Diecisiete, Instituto de Estudios Críticos de la Universidad Autónoma Metropolitana de Cuajimalpa (México), mayo de 2020.