“Stanisław Lem solía rechazar la etiqueta de escritor de ciencia ficción; del género criticaba la fijación con la novedad tecnológica y su ineptitud a la hora de anticipar el futuro, así como su desinterés por admitir que nada cambia nunca, porque la naturaleza humana condiciona unas respuestas individuales y colectivas a toda situación de peligro que siempre son las mismas. La suya es una obra que pertenece de pleno derecho al género, sin embargo; pero solo si se acepta, con Darko Suvin, que lo propio de la ciencia ficción es producir un «extrañamiento cognitivo» de la realidad empírica del lector para que este gane en entendimiento racional de sus condiciones sociales de existencia: son esas «condiciones», y no las futuras, las que narra El profesor A. Dońda, ya que, a pesar de todo, el mundo en el que se desarrolla el relato es el nuestro. En él, la diplomacia internacional solo lleva al conflicto armado, la ciencia crea nuevas formas de ignorancia, las universidades contratan a embaucadores, la reproducción asistida requiere de la colaboración de detectives privados para determinar qué se ha reproducido exactamente y cómo, las fronteras nacionales complican las biografías, un comentario banal conduce al descuartizamiento, la afición por la taxonomía oculta el desconocimiento o la inexistencia de lo que se nombra, el racionalismo se revela como una forma de irracionalismo amable, la proliferación de las herramientas tecnológicas produce una nueva forma de superstición basada en sus presuntos poderes, la multiplicación de la riqueza trae pobreza y desesperación, el Estado de Derecho y la división de poderes en una sociedad pre- o post-ilustrada da lugar siempre a la corrupción y a nuevos delitos, una mirada disciplinada a nuestra alrededor solo nos permite constatar la profunda indisciplina de la realidad empírica. «La religión, la filosofía son el pegamento», resume el narrador de La investigación, una de las mejores novelas de Lem: «no paramos de recomponer y recoger los restos que se arrastran hacia la estadística para aglutinarlos en un sentido global, para que se conviertan en una sola voz, como campana de nuestra gloria». «[Pero] cuantos más hechos minuciosamente medidos, fotografiados y apuntados acumulamos, [mayor es] el sinsentido que se deriva de la estructura resultante. […] El orden matemático no es sino nuestra plegaria dirigida a la pirámide del caos.»” [Sigue leyendo]

Zenda (España), noviembre de 2021.