“Vladimir Nabokov también narró sus sueños, pero lo hizo con una voluntad experimental que lo distingue de otros autores; inspirado por los famosos ‘experimentos con el tiempo’ de John W. Dunne, el autor de Lolita se propuso comprobar si sus sueños eran anticipatorios: es decir, si constituían ‘recuerdos’ de acontecimientos por suceder. A lo largo de 80 días (de octubre de 1964 a enero de 1965) tomó nota de ellos y permaneció atento. Como escribe Gennady Barabtarlo, traductor al ruso de la obra de Nabokov y editor de Sueños de un insomne, ‘su teoría onírica está situada en algún punto entre dos posiciones contemporáneas extremas: rechaza el planteamiento de Freud (…) de que los sueños son un reflejo del propio yo que provoca acciones e imágenes inconscientes, si bien no alcanza el ámbito espiritual de la visión de Florenski, para la cual los sueños son la zona de contacto de dos mundos’. Barabtarlo habla aquí de Dunne, pero también de la manera en que Nabokov concebía la producción onírica, la suya tanto como la de sus personajes: para todos ellos, dormir fue siempre refutar las convicciones nunca suficientemente justificadas de la direccionalidad del tiempo y la unidad del sujeto.» [Sigue leyendo]

Babelia/El País, enero de 2020.