«Él es escritor; Ella, arquitecta. Ambos mantienen una relación sentimental, pero sobre ellos pesa el mundo capitalista contemporáneo, la modernidad líquida que con tanta precisión ha sabido retratar Zygmunt Bauman. En ‘Amor líquido’ el sociólogo polaco trazaba uno de los modos que aquella modernidad instaura para diseñar los encuentros y desencuentros amorosos: «Sueltos, deben conectarse». Ese mismo mapa del deseo había sido configurado por Robert Musil en ‘El hombre sin atributos’. Para el hombre sin cualidades que es Ulrich tener sentimientos significaba necesariamente ser capaz de dar un significado personal a lo que se vive y que es precisamente aquello que quisieran hacer los personajes de ‘Mañana tendremos otros nombres'». [Sigue leyendo]

El Periódico (España), marzo de 2019.