“Dag Solstad nació en Sandefjord en 1941 y es unánimemente reconocido como uno de los escritores noruegos más importantes de su generación; sólo los extraordinarios Kjell Askildsen (1929-2021) y Kjartan Fløgstad (1944) se le aproximan en importancia, pero Solstad es más innovador y más político: su tema es la identidad, a la que el autor de Pudor y dignidad —que era su única novela publicada en español hasta el momento, también en traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo y editada por Lengua de Trapo en 2007— expone a una mirada explícitamente marxista. Andersen, escribe Solstad, es uno de esos ‘estudiantes radicales’ de los sesenta que no se convirtieron en marxistas leninistas ni en maoístas, pero ‘estaban en contra de la OTAN y habían dicho no a la entrada en la Comunidad Económica Europea’, que protestaban contra el apartheid sudafricano y contra las armas nucleares: una buena persona. Por entonces ‘era un paliducho jovenzuelo que fumaba 40 cigarrillos al día, que bebía cinco o seis pintas de cerveza en locales llenos de humo tres o cuatro veces por semana, que se despertaba con resaca al menos dos veces por semana, lo que significaba que apenas era capaz de arrastrarse hasta la universidad (…), que vivía su vida en un ambiente poco ventilado, con el cuerpo refunfuñando y flojo, e interminables cavilaciones, pero (…) se dejaba conmover, y eso significaba que tenía un futuro por delante’. Ya convertido en un respetable académico —Solstad lo llama en todas las ocasiones, irónicamente, ‘el profesor Andersen’, como si cualquier otra denominación fuese inapropiada para un hombre de su importancia—, sus ideas acerca de la realidad no eran todo lo sólidas que podían parecerle, y un hecho banal —un crimen, por ejemplo— podía echarlas por tierra; con ellas caen también las máscaras que Andersen se ponía cuando se enfrentaba a la incomodidad de detenerse frente a un espejo: los integrantes de su generación, ‘cada uno por su cuenta y también como grupo, daban muchísima importancia a parecer naturales, libres, incluso espontáneos en cualquier contexto en el que se encontraban’, pero lo que Andersen comprende tras el crimen es que, como escribió Bob Dylan, sólo los muertos son libres.” [Sigue leyendo]

Babelia/El País, abril de 2023.