“A Kodama la llamaron «la Yoko Ono argentina», una descripción que no hace justicia a la extraordinaria artista estadounidense ni a la escritora y albacea de Borges; no es necesario decirlo, pero digámoslo: si Kodama no hubiera sido mujer, y joven, además de parcialmente extranjera y «racialmente mixta», el rechazo que su figura generó desde el primer momento en la sociedad argentina hubiera sido mucho menor. No todas sus decisiones fueron acertadas, y algunas resultaron francamente desastrosas: su demanda contra Pablo Katchadjian supuso una persecución dolorosa y finalmente estéril contra un autor joven, su interpretación de la unidad de la obra de Borges —y la consiguiente recuperación sin aparato crítico de los libros de los que su autor había renegado— la debilitó, su intervención en los textos —una dedicatoria menos por aquí, una mención menos por allá…— respondía más a un intento de reescribir la historia que a un argumento filológico, su veto a la publicación de las veinte horas de conversaciones que Jean Pierre Bernès, editor de Borges en Gallimard, grabó con él poco antes de su muerte nos impidió acceder a las «últimas palabras» del escritor… Quizás Kodama no haya sido la mejor lectora de Borges, pero ninguna viuda —o viudo— y albacea de un escritor está obligada a serlo, y sus decisiones parecen haber sido tomadas siempre en consideración de unas ideas sobre Borges y su obra con las que fue consecuente. Es improbable que esas ideas fueran las del propio Borges, pero Kodama nunca estuvo dispuesta a comprometer su libertad, y también fue coherente en ese sentido.” [Sigue leyendo]

La Agenda de Buenos Aires, abril de 2023.