“Stig Dagerman tenía solo 23 años cuando visitó Alemania y descubrió (viajando de ‘las ruinas de una ciudad hacia las ruinas de otra’ como los desplazados, los hambrientos y quienes habían perdido su hogar) que la palabra más empleada para dar cuenta de la situación era ‘indescriptible’. No le pareció adecuada, sin embargo. ‘La carne de dudosa procedencia que de alguna forma [los sobrevivientes] consiguen procurarse o las verduras sucias que encuentran Dios sabe dónde no son indescriptibles’, afirmó, ‘son absolutamente repugnantes. [Y] lo que es repugnante no es indescriptible, es simplemente repugnante. Del mismo modo se puede refutar a aquellos que dicen que la miseria que sufren los niños en los sótanos es indescriptible. Si se quiere, se puede describir perfectamente’.” [Sigue leyendo]

El País. Madrid, noviembre de 2021.