“Una vaca está cruzando una vía rápida cuando ve que un automóvil que se dirige hacia ella está a punto de arrollarla: atravesó un alambrado caído, hace un instante, atraída por los pastos al otro lado de la vía. No le importa quién haya dicho que el mal de la Argentina es su extensión; de hecho, ni siquiera conoce la cita. Puede percibir las miradas de las otras vacas sobre ella, que está a punto de ser atropellada por un coche que se desplaza de sur a norte a gran velocidad, a una velocidad inconcebible que va a impedir cualquier esfuerzo de su conductor por esquivar la vaca o frenar. Pero las miradas de las otras vacas le importan poco a nuestro bovino en este momento: su prioridad radica en escapar del automóvil; aunque eso, comprende, ya no es posible.
La vaca observa que en el interior del automóvil que está a punto de atropellarla viaja un hombre con dos niños pequeños; de alguna manera sabe que se dirigen hacia sus vacaciones, una o dos semanas que el padre ha previsto hasta en sus más mínimos detalles para recuperar el terreno perdido a lo largo del año, cuando los niños viven con su madre y la participación del hombre en su crianza es mínima, limitada como está a fines de semana que siempre son insatisfactorios para todas las partes implicadas: los niños, la madre, el padre, que ve una mancha en el medio de la carretera que se acerca a él (aunque lo más apropiado sería decir que es él quien se acerca a ella) a una velocidad excesiva, demasiado alta incluso para la permisividad de las vías rápidas argentinas, en una de las cuales, otra vez, el padre (que lo ha previsto todo, menos la posibilidad de un accidente) se ha distraído.” [Sigue leyendo]
El Mundo (España), abril de 2021.