“Pregunta: A mediados del siglo XX, ‘el arte se convirtió en política y la política en crimen’. Pero en su novela esta secuencia terrible y obvia se enfrenta a las bondades de los afectos individuales, de la memoria o de esas extrañas anomalías humanas que pasan por salvarle la vida al adversario político… A la naturaleza humana.

Respuesta: Sí, y creo que las derivas de los personajes en la novela ponen de manifiesto que la adhesión de los artistas y los intelectuales a determinadas causas políticas siempre es compleja porque, como bien dice, la naturaleza humana les obliga a revisar esas adhesiones tarde o temprano. Por otra parte, no sé por qué hay que otorgarles a los intelectuales ninguna capacidad prescriptiva: yo jamás he pensado en mí mismo como alguien que pudiera dar lecciones de política o de ninguna otra índole. Pero incluso aquellos que tenemos tan poca relevancia en la escena política somos, elección tras elección, invitados a participar o adherirnos a una u otra causa. Pensar que una adhesión así supone el desplazamiento de cierto capital simbólico que el escritor tendría a una fuerza política de cualquier índole es muy cuestionable, además de una pésima noticia para los intelectuales, porque las fuerzas políticas tienden a prescindir de sus moderados y el intelectual es, por su naturaleza, en principio, una persona moderada.” [Sigue leyendo]

 

El Confidencial, 23 de febrero de 2016.