Es ciertamente una labor apabullante para mí el presentarle. De hecho, me supera. No sé por dónde empezar. Y lo peor de todo quizá: no tengo ni puta idea de dónde acabar.

Y no sé, principalmente porque cualquiera de las trayectorias que traza termina ramificándose en tantos caminos y da tantas vueltas que uno pierde las coordenadas del eje central.

Si hablamos de la condición que le ha traído aquí, es decir, la de escritor, no sé si debemos encararla de una forma lineal, porque Patricio es escritor, sí, pero también escritor de la escritura, escritor de escritores igual que se puede ser rey de reyes, pero también escritor que escribe sobre escritores, y aún más, escritor de la escritura de escritores, escritores inventados, o recordados, o estudiados, escritores que han vivido, o que viven, o que han muerto. Incluso escribe sobre escritores que nunca han escrito, sobre textos que jamás se han escrito y literatura que no ha existido. A veces, cuando charlo con él, tengo la sensación de que está escribiéndose al mismo tiempo que habla. No hablo de creer que no me creo lo que me cuenta, no hablo de pensar que inventa al mismo tiempo que habla, hablo de una desazón mucho más profunda, mucho más terrorífica: la sospecha de que la conversación que mantenemos está siendo escrita. No hablo de youtubeada, ni tuiteada, ni facebookeada, ni escuchada por terceros, hablo de escrita. Como un moderno Majabhárata. Como si sólo existiésemos porque estamos siendo escritos. Gracias a Dios, la mayor parte de las veces hablamos de lo mundano, de los resfriados, de su gato, de lo guapas que están las chicas en verano, y también de lo terriblemente guapas que se ponen en invierno. Hablamos de chicas. Normalmente. Hablamos de lo que nos gusta. Para eso hablamos. Y ahí todo está bien. Es sencillo: la vida está escrita de pequeños momentos, como el de un escritor y un editor hablando de chicas. Pero si en algún momento se nos ocurre hablar de escritura, de libros, de edición, sucede algo raro, difícil de describir. Es, como dice Buenafuente, lo mismo que hacer una búsqueda en Google de la palabra “internet”. Es como un puto agujero negro. Así es lo que escribe Patricio Pron. Su escritura es un puto agujero negro de proporciones bíblicas y energía hiperconcentrada. Sus novelas, su novela, ésta, sin ir más lejos, es como un Big Bang. Está todo tan cerca lo uno de lo otro, cada cosa habla de lo otro y de ella misma y de todo en general, se agrupa tanta energía en cada palabra, en cada personaje, cada reflexión se dobla sobre sí misma tantas veces, que en realidad lo que hace este demiurgo de gafas de pasta y pelo flambeado, es crear auténticos universos de escritura, o escritos, o de lectura, o de crítica, o de simplemente literatura. A mí no me pregunten. No tengo ni puñetera idea.

 

Texto leído en la presentación de No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles en la librería Letras Corsarias de Salamanca el 30 de marzo de 2016.